Violencia de Pareja


la historia de las relaciones humanas es siempre cíclica: empiezan, crecen y a continuación se marchitan y desaparecen silenciosamente. Solo los amigos y los seres muy queridos rompen y dominan el ciclo. Conquistar el ciclo de las relaciones humanas y su muerte constituye la esencia misma del amor y la amistad
(Bauman & Donskis, 2015, pág. 253)


De conformidad con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer o Convención de Belém do Pará, se define la  violencia de género como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. (ICMLCF, 2018, pág. 200). Sin embargo, este no es un fenómeno de afectación exclusiva sobre las mujeres, quienes son las principales víctimas, pero no las únicas, porque aunque sea en menor medida, los hombres también sufren este tipo de violencia.

Una gran dificultad es que no todos los casos en que se materializa este tipo de violencia son denunciados, además, los casos en que las consecuencias de la violencia no son demasiado evidentes porque la afectación producida es psicológica difícilmente van a ser puestos en conocimiento de instituciones como el Instituto Colombiano de Medicina Legal, además, muchas personas se acostumbran a formas de relacionamiento precarias en las cuales se producen “desvalorizaciones y humillaciones a través de amenazas, insultos, coacciones, control, ridiculización y menosprecio(ICMLCF, 2016, pág. 294).

A propósito del incremento en los casos de violencia de pareja e intrafamiliar en el marco de la cuarentana decretada por el gobierno nacional frente a la emergencia generada por el COVID – 19, a continuación se presentan las cifras relacionadas con los casos de violencia de pareja para los años 2015, 2016, 2017 y 2018, para que tengamos en cuenta que este tipo de violencia no es nada nuevo, y que la convivencia en el hogar muchas veces representa un factor de riesgo para la materialización de actos de violencia.

La violencia de pareja es de gran interés por la importancia de las relaciones sentimentales en el plan de vida de la mayoría de las personas, además, este es uno de los tipos de violencia que más afecta nuestra sociedad. Por ejemplo “en Colombia, se registraron 47.248 casos de violencia de pareja durante el año 2015 (ICMLCF, 2016, pág. 294), cifra que puede presentar un sub registro considerable porque en las relaciones de pareja “la violencia puede darse de forma física, psicológica o sexual, donde la dificultad de resolver los conflictos de manera adecuada puede hacer que una de las partes se imponga y vulnere los derechos de la otra parte (ICMLCF, 2016, pág. 293)

El hecho de que en 2015, el 70.22% de los casos de violencia de pareja se presentaran en la vivienda (ICMLCF, 2016, pág. 229), es otro elemento que nos debe llevar a comprender la necesidad de avanzar en la formación de todos los ciudadanos para dotarlos de herramientas que garanticen una correcta interacción en las relaciones de pareja. También para este año “22.641 de los casos reportados se dieron en el marco de la unión libre, seguido de 13.997 casos de personas solteras (ICMLCF, 2016, pág. 295), lo que implica que no siempre los casos de violencia de pareja se dan en relaciones afectivas en las que haya convivencia. No obstante, el escenario donde se presenta un mayor número de agresiones es la vivienda con 36.547 casos reportados para el año 2016, lo que representa el 72.22% de los casos (ICMLCF, 2017, págs. 314-315)

Durante 2015, los principales factores desencadenantes de la agresión fueron la intolerancia-machismo, seguidos de los celos-desconfianza-infidelidad, y en tercer lugar se encuentran el alcoholismo-drogadicción (ICMLCF, 2016, pág. 301), orden que se mantiene para el año 2016 (ICMLCF, 2017, pág. 317). Estos factores desencadenantes pueden ser abordados mediante un proceso de construcción de ciudadanía bien estructurado, lo que abre una valiosa oportunidad para prevenir la violencia de pareja, la cual no solo se da con la materialización de la violencia física, sino que se puede presentar mediante ciclos de violencia previos, como agresiones de tipo psicológico que en muchos casos están asociadas al maltrato, alcoholismo, consideración de inferioridad de la mujer, o de las demás personas, entre otras prácticas o creencias contrarias al respeto de la dignidad de las personas.

De otra parte, aunque en 2015 el mayor número de casos registrados se presentaron en las principales ciudades, son otros municipios los que presentan las mayores tasas de violencia de pareja por cada 100.000 habitantes, por ejemplo, “Leticia (Amazonas) representa una tasa de 422,47 por cada 100.000 habitantes, Sogamoso (Boyacá) 393,73, Yopal (Casanare) 530,94, Ubaté (Cundinamarca) 460,37, Inírida (Guainía) 395,05 y Puerto Carreño (Vichada) 429,15 (ICMLCF, 2016, pág. 348); tener en cuenta estas cifras cobra importancia porque en estos municipios se deben realizar ingentes esfuerzos institucionales para reducir los casos de maltrato, que implican no solo un riesgo inminente de afectación a los Derechos Humanos en las relaciones de pareja, sino un factor de riesgo para el futuro de las personas que inician sus relaciones de pareja en contextos como estos, en los que el maltrato puede llegar a ser normalizado.

Los resultados para los años 2017 y 2018 reflejan que no se ha avanzado en la prevención de este tipo de violencia, por ejemplo “durante el año 2017 el INMLCF realizó 50.072 peritaciones en el contexto de la violencia de pareja, de las cuales el 86% (43.176) correspondieron a mujeres (ICMLCF, 2017, pág. 261); mientras que para 2018 “se realizaron 49.669 peritaciones en el contexto de la violencia de pareja, cuya tasa es de 120,57 casos por cada cien mil habitantes, siendo el hombre, el principal presunto agresor” (ICMLCF, 2018, pág. 199)

Dentro de los factores desencadenantes de la agresión en los casos de violencia de pareja se encuentran la “intolerancia, machismo celos, desconfianza, infidelidad alcoholismo / drogadicción abandono económicas enfermedad física o mental(ICMLCF, 2017, pág. 266), pero lo que más preocupa es que las principales víctimas de este tipo de violencia, por su condición sean “consumidores de sustancias psicoactivas (drogas, alcohol, etc.), mujer cabeza de hogar, campesinos (as) y/o trabajadores (as) del campo, desplazados (as) personas con orientación sexual diversa” (LGBTI) (ICMLCF, 2017, pág. 265) Para 2018 el grupo de las 5 principales víctimas de violencia de pareja según factor de vulnerabilidad se mantiene prácticamente igual: persona adicta, mujer cabeza de hogar o de familia, campesinos (as) y/o trabajadores (as) del campo, persona en condición de desplazamiento, comunidad LGBT (ICMLCF, 2018, pág. 204)

Que las madres cabeza de hogar sean el segundo grupo poblacional más violentado es algo lamentable, porque aparte de tener que asumir el esfuerzo de sacar adelante un hogar, terminan siendo objeto de violencia por parte de quienes supuestamente son sus parejas, y peor aún, que la población en condición de desplazamiento siga siendo revictimizada por la pareja es algo que debería movernos como sociedad a asumir un compromiso contra este tipo de violencia, que una vez más se presenta principalmente en las viviendas como lo demuestran los  35.891 casos ocurridos en 2017, lo que representa el  71,86% de todos los casos  (ICMLCF, 2017, pág. 268)

Otra situación que debería sacudirnos como sociedad, para tratar de ser coherentes entre lo que decimos con lo que hacemos, más aún, en un momento como el actual, en que vemos a nuestro campesinado como unos héroes que garantizan nuestro abastecimiento, es que con relación a la violencia de pareja que afecta a las mujeres del campo,  hay que destacar que en muchas oportunidades su situación se ve afectada por las prácticas y costumbres culturales tradicionales que perpetúan la discriminación (ICMLCF, 2017, pág. 294) practicas frente a las cuales, desde el gobierno nacional no se ve una política clara que asuma el liderazgo de la prevención de violencia contra las mujeres del campo,  y para proteger a las mujeres en mayor condición de vulnerabilidad, máxime cuando se ha evidenciado que “quienes no asistieron a la escuela o no terminaron la primaria tienen 35% más probabilidades de sufrir violencia emocional y económica que aquellas que terminaron al menos la secundaria (ICMLCF, 2017, pág. 295)

En muchos casos las relaciones afectivas llegan a su fin cuando alguien decide terminar con personas maltratantes o cuando el maltratador considera que la otra persona ya no le sirve, algo que no es nada nuevo, tal como señalo el sociólogo Anthony Giddens, al advertir el advenimiento de las relaciones puras, es decir “relaciones sin compromiso, con una duración y alcance sin definir. Las <relaciones puras> solo se basan en la gratificación que se obtiene de ellas. Una vez que la gratificación mengua y se atenúa, o se empequeñece ante la disponibilidad de otra gratificación más profunda, no tiene ninguna razón para continuar (Bauman & Donskis, 2015, pág. 185); por esto, no es de extrañar que en muchos casos los presuntos agresores sean los ex esposos, ex novios, o ex amantes (ICMLCF, 2016, pág. 297), quienes al perder el vínculo con sus ex parejas asumen conductas violentas, o quizá más violentas que antes. 
Los problemas relacionados con la violencia de pareja se podrían afrontar mediante acciones pedagógicas, y decisiones de carácter político con fundamento en la solidaridad, el respeto y la protección del valor de la vida; en los casos de violencia de pareja, se debe comprender que el contexto más propicio para la vulneración de derechos tiene origen “en nuestros mermados poderes de comunidad, en los restringidos vínculos de nuestra humanidad, en la soledad que mata y en la muerte de un antiguo amor que se ha convertido en engaño, odio o, aún peor, en gélida indiferencia (Bauman & Donskis, 2015, pág. 244)Por esto, es necesario brindar a las personas una formación adecuada para el manejo de sus relaciones sociales y afectivas, además de ofrecer acceso a la oferta de instituciones públicas y privadas para la garantía, protección y restablecimiento de derechos. 

Autor:
Germán Fandiño Sierra.
Politólogo Internacionalista.
Magister en Derechos Humanos y Democratización

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