Estimado joven:
Tú decidiste conducir. Decidiste dominar una máquina y transportar vidas humanas. Ser conductor es un gran honor, un privilegio y también, una enorme responsabilidad. Es tener claro a cada instante que la vida de cientos de personas depende de ti; las que transportas y las que están fuera. Por eso debes estar atento siempre. Distraerte tan solo un momento, por fumar, hablar por celular, pelear con otro conductor o escuchar música a todo volumen, puede ser fatal. Puedes acabar la vida de muchos y la de sus familias, incluida la tuya. Conducir te obliga a ser paciente, a permanecer tranquilo en medio del caos, de los pitos, los trancones, el humo, los malos genios, los vendedores ambulantes y las vueltas que debes entregar. Saber conducir es ser valiente, ser fuerte para contenerte y lograr estar cuerdo en medio de tanta locura. Es permanecer tranquilo para que tus pasajeros viajen tranquilos. Es pensar, antes de realizar cada maniobra, que llevas personas mayores que pierden el equilibrio fácilmente, mujeres con bebés en brazos, niños al lado de ventanas. Es saber que llevas personas que esperan llegar porque saben que los esperan. Igual que te esperan a ti. Saber conducir es saber escuchar cuando alguien te habla con calma y te recomienda ir despacio, o frenar con cuidado. Es respetar las normas de tránsito, porque al respetarlas, respetas la vida, te respetas a ti. Tú decidiste conducir. Hazlo como debe ser, de lo contrario estarás conduciendo un arma. Tú puedes ser un gran conductor. Tú decides.
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