Nuestra Constitución Política consagra en el artículo 40 el derecho “a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político”, de lo cual se infiere que el derecho a participar política y socialmente no se agota en el ejercicio del sufragio, elección y postulación, se espera que la ciudadanía participe en los diferentes momentos de construcción de sociedad, acompañando el ejercicio de gobierno y no solo participe en los puestos de votación, para esto, nuestro ordenamiento jurídico cuenta con una estructura legal e institucional, que brinda las herramientas para un ejercicio activo de ciudadanía, ya que “una democracia en la que las personas participen activamente, discutan, generen nuevas agendas de temas a resolver y cuestionen las soluciones, será de mejor calidad que aquella en la que las personas sean receptoras pasivas de las decisiones del poder.”[1]
Para que exista una participación política y social activa que nos permita avanzar de una democracia representativa a una mucho más participativa, se requiere de una ciudadanía comprometida con el devenir de nuestra sociedad, “esta dimensión activa de la ciudadanía pone el acento en las responsabilidades y obligaciones que los sujetos tienen con la comunidad política a la que pertenecen y exige no sólo un discurso sino también un accionar comprometido con el interés general y el bien común”[2].
La sociedad ha entendido que no puede votar, cerrar los ojos y esperar a ver qué pasa. Poco a poco se van fortaleciendo los mecanismos existentes y se van abriendo nuevos espacios de participación con los distintos niveles de gobierno en los cuales las personas pueden hacer conocer su opinión respecto a los temas de su interés. Este es un proceso y debemos cualificar mucho más estos espacios para fortalecerlos con un espíritu profundamente democrático, solidario y deliberativo, para que cumplan con su objetivo y no se conviertan en un pretexto que convoque a la ciudadanía para legitimar intereses diferentes a los que se esgrimen en las convocatorias, o pasen a ser piezas de comunicación de acciones de impacto mediático que no tienen ninguna importancia o anclaje real en las dinámicas de gobierno, convirtiéndose en simples reuniones rentables desde un punto de vista político para hacer alarde de que se promueve la participación ciudadana y se tiene en cuenta su opinión, así esta participación solo sea un saludo a la bandera y estas dinámicas generen frustración en quienes acuden con entusiasmo a escenarios en los cuales parecieran ser más importantes la foto y la propaganda de gobierno que una interacción genuina con la ciudadanía. Muchas veces “el esfuerzo ciudadano no se ve compensado por la posibilidad real de incidir en las decisiones de los gobernantes en materia de políticas públicas y de asignación de recursos, debido a que el alcance de los dispositivos creados es generalmente consultivo, de iniciativa o de fiscalización, no de concertación o decisión. Esto ha producido, de una parte, una desconfianza del ciudadano común y corriente en los espacios de participación existentes y, de otra, la apropiación de estos últimos por una élite de la participación, un segmento de líderes sociales que, probablemente con buenas intenciones iniciales, se han aislado de sus bases sociales y se han convertido en intermediarios poco representativos del sentir de la población que pretenden representar”[3].
Desde una perspectiva legalista[4], encontramos favorable la expedición de la Ley 134 de 1994, que le da vida a mecanismos de democracia directa tales como la iniciativa popular legislativa y normativa, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, el plebiscito y el cabildo abierto, permitiendo de esta manera que bajo determinadas condiciones sea posible tomar decisiones de carácter democrático diferentes a las tradicionales derivadas de la representación política. También, la Ley 1450 de 2011, por la cual se expidió el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, en su artículo 231[5]sobre la promoción de la participación ciudadana y el capital social se compromete a impulsar la participación ciudadana desde el gobierno nacional, y abre la posibilidad de que se convierta en una política de Estado, ya que allí se establece que se promoverá una Agenda Nacional de Participación Ciudadana. Esta inclusión del capital social como objetivo de la política pública encuentra su sustento en que este “favorece el desarrollo de acciones colectivas en beneficio de la propia comunidad.”[6]
Aunque muchos podrían pensar que la riqueza de una nación se basa en la situación de su balanza comercial, sus reservas internacionales o en su PIB, las sociedades modernas han entendido que gran parte de la riqueza de una nación se encuentra en la calidad de las relaciones de convivencia de sus ciudadanos. Es a partir de esta reflexión que “se ha puesto de moda el concepto de capital social, entendido como una virtud de las sociedades e individuos – participación, confianza, normas compartidas, identidad- que hace que se logre no solo un ambiente de mejores relaciones humanas sino también de más crecimiento”[7]. El capital social involucra además una apuesta por la creación de condiciones favorables para el fortalecimiento de la solidaridad[8]como elemento garante de unas relaciones humanas mucho más fraternas para hacer frente a problemas como la violencia, la exclusión, la falta de oportunidades y la indiferencia, entre otros; más aún, cuando estos problemas se ven seriamente afectados por la multiplicidad de actores que conviven en los entornos urbanos, pero que carecen de una identidad colectiva que les permita mirar a los ojos de sus conciudadanos y reconocer en ellos a sus hermanos. El progreso económico que buscamos solo tendrá fuertes cimientos si avanzamos en la construcción de mejores seres humanos, recordemos que “en tanto el progreso moral signifique una mayor solidaridad humana, esto será así sólo en cuanto se convierta en la capacidad de percibir todas las diferencias tradicionales como irrelevantes, cuando se les compare con las similitudes y diferencias en torno al dolor y la humillación; será allí donde se amplíe ese nosotros a personas muy diferentes a nosotros y para ello será necesario la descripción tanto de aquellos a quienes no se conoce, como de nosotros mismos.”[9].
La respuesta a muchos de nuestros problemas colectivos ha sido la indiferencia, la apatía y el individualismo; por esta razón, al promover el desarrollo de capital social, se busca conseguir la “manera de desarrollar las relaciones humanas que privilegia el “Nosotros” frente al “Yo”, y que en la medida que va mostrando las ventajas de una visión compartida de los problemas y sus soluciones, crece y se acumula”[10], no desde un punto de vista caudillista en el cual los logros dependen de un “líder” o en el mejor de los casos de un grupo de la sociedad, sino de la sociedad entera y de su Estado, de allí que se considere que “el proceso positivo por el cual esta virtud mejora la calidad de vida de individuos y sociedades pasa por el desarrollo de las instituciones”[11], ya que de esta manera se puede sostener, ampliar y fortalecer en el tiempo esta mejora en la calidad de las relaciones humanas.
Espacios de participación en temas de interés colectivo nos pueden ayudar a construir un mejor escenario de desarrollo económico para todos nosotros, en especial para quienes encuentran dificultades económicas de manera sostenida en el tiempo, ya que esto afecta el desarrollo de los integrantes de las familias: los núcleos de la sociedad,. ¿Qué esperanza tendrán esos niños y niñas al ver a sus padres soportando la carga de la pobreza mientras sus conciudadanos, el sector público y privado actúan de manera indiferente y no le dan una mano de apoyo? ¿Será que van a tener fe en la sociedad? ¿Crecerán con resentimiento? ¿Sentirán amor y sentido de pertenencia por esa comunidad? Debemos reflexionar y entender que “el valor de contar con espacios participativos, multiplica su importancia cuando consideramos las patologías sociales actuales que, generadas por la incertidumbre laboral, alteran los roles familiares y erosionan la autoestima. La desaparición del futuro como un espacio de optimismo y de desarrollo de un proyecto de vida positivo, y el debilitamiento de las instituciones tradicionales de contención hace que las personas multipliquen su necesidad de sostén psicológico y material. Desarrollar capital social será entonces, además de una condición para el crecimiento, una necesidad solidaria.”[12]
En la Fundación Bogotá Mía consideramos que la participación política y social activa no es un fin, es un medio por el cual podemos apropiarnos de la responsabilidad de construir un mejor mundo, empezando por lo local, un mundo en el cual asumamos los desafíos colectivos con inteligencia colectiva, pero por sobre todo desde un profundo sentido de solidaridad, que nos permita avanzar de las dinámicas de coexistencia indiferente a unas de convivencia enriquecedora, que no permita que echen raíces el individualismo, el egoísmo y la indiferencia. Lamentablemente, si “las condiciones son muy desiguales, y las desigualdades son permanentes, los individuos se hacen poco a poco tan diferentes, que se diría que hay tantas humanidades distintas”[13]que la construcción de comunidad y sentido de pertenencia se hacen objetivos lejanos, tan lejanos como la construcción de relaciones sociales en las cuales el amor, la amistad, la solidaridad, la seguridad y nuestro compromiso con los demás nos ayuden a acabar con la perversidad que está presente en los actos de muchos individuos y que nos parecen parte de la esencia de nuestra realidad.
[1] Lara Nelson, “Capital social, participación política y abstención electoral. Perfil de la abstención desde la óptica del capital social”, Ediciones Edgartorre Libros, Madrid, 2005, Pág. 80.
[2] Levín Silvia, “Los desafíos de la ciudadanía en las sociedades contemporáneas”, En: Revista SAAP, Vol. 2, Nº 1, Pág. 55. (Las cursivas y las negrillas son nuestras).
[3] Sudarsky John Senador de la República, “Proyecto de Ley Estatutaria de Participación ‘Por la cual se desarrollan disposiciones para la promoción, protección y garantía del derecho a la participación ciudadana en Colombia’”, 2011, Pág. 22.
[4] “Desde esta perspectiva, la pertenencia a una comunidad queda asegurada a partir del otorgamiento creciente de derechos de ciudadanía a los individuos. Es justamente el reconocimiento de derechos lo que afianza la relación entre individuos y Estado”. En: Levín Silvia, “Los desafíos de la ciudadanía en las sociedades contemporáneas”, En: Revista SAAP, Vol. 2, Nº 1.
[5] “ARTÍCULO 231. PROMOCIÓN DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y EL CAPITAL SOCIAL. El Gobierno Nacional promoverá, mediante mecanismos interinstitucionales, una Agenda Nacional de Participación Ciudadana. Dicha Agenda, abordará líneas de acción que permitan a) fortalecer el Sistema Nacional de Planeación, b) apoyar experiencias de planeación y presupuestación participativa, c) adecuar la oferta Institucional de mecanismos, canales e instancias de participación ciudadana, d) fortalecer expresiones asociativas de la sociedad civil, e) implementar estrategias para el desarrollo de la cultura ciudadana y, f) desarrollar un sistema de información y gestión del conocimiento sobre temas afines. Para el desarrollo de estas acciones, el Gobierno convocará el concurso de la cooperación internacional y la empresa privada. Adicionalmente, adelantará debates amplios a nivel nacional y local sobre dichos temas con la concurrencia de la ciudadanía y sus formas organizativas, y promoverá los desarrollos y ajustes normativos a que haya lugar”.
[6] Lara Nelson, “Capital social, participación política y abstención electoral. Perfil de la abstención desde la óptica del capital social”, Ediciones Edgartorre Libros, Madrid, 2005, Pág. 81
[8] “Los sentimientos de solidaridad dependen de similitudes y diferencias que sean notorias, y esta notoriedad que impacta estará anclada en léxicos últimos que son, como todo, históricamente contingentes; son estas similitudes las que permiten ese nosotros”. En: Vásquez Adolfo, “Pragmatismo y Política en Rorty. Construcción del Espacio Público”, En: Revista Internacional de Filosofía, 2006, N° 2, ISSN 1699-7549, Pág. 30.
[10] Lara Nelson, “Capital social, participación política y abstención electoral. Perfil de la abstención desde la óptica del capital social”, Ediciones Edgartorre Libros, Madrid, 2005, Pág. 79
[12] Lara Nelson, “Capital social, participación política y abstención electoral. Perfil de la abstención desde la óptica del capital social”, Ediciones Edgartorre Libros, Madrid, 2005, Pág. 80
[13] Tocqueville Alexis, “La democracia en América”, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1963, Pág. 399
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