¿Cómo podemos avanzar en la construcción de una mejor Ciudadanía y una mejor Ciudad haciéndole frente al relativismo?
“… y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y que sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en la muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin;[1]”
En ocasiones pensamos que la solución a nuestros problemas está en las manos de personas que ocupan cargos de poder a nivel político, económico, de seguridad y administrativo, erróneamente creemos que ellos, con grandes decisiones van a cambiar la realidad que TODOS hemos construido y construimos día a día con nuestras mal llamadas “pequeñas” acciones u omisiones. Cómodamente dejamos la responsabilidad de construir una mejor sociedad en manos de los demás, creyendo que lo que cada uno de nosotros hace está bien y que los errores están en los demás. Sobredimensionamos nuestra condición como sujetos de derechos y relativizamos nuestra responsabilidad en el cumplimiento de nuestros deberes, hemos olvidado que “compartir los deberes recíprocos moviliza mucho más que la mera reivindicación de derechos”[2], de allí la importancia de “urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario”[3].
Debemos dejar de lado la creencia de que los “grandes” cambios dependen de “grandes” medidas tomadas por otros, es importante hacer un ejercicio de reflexión autocrítica sobre la forma en que ejercemos ciudadanía para saber si nuestro comportamiento corresponde al de un ciudadano, o por el contrario solo nos comportamos como creaturas interesadas en satisfacer a cualquier precio nuestras necesidades, buscando siempre el camino más fácil, desconociendo el valor de las demás personas, de nuestra ciudad y de toda nuestra sociedad, violando las normas, promoviendo la cultura de la ilegalidad, anulando el valor del bienestar colectivo y de lo público.
Como resultado de esa autocritica debemos renovar nuestro compromiso individual en la construcción de una mejor ciudad, mejorando aquellos aspectos en los cuales no nos estamos comportando de la mejor manera y asumir el propósito de cualificarnos como seres humanos para ejercer ciudadanía de manera constructiva, asumiendo como propia la tarea de construir un mundo mejor para nuestros seres queridos, conciudadanos y para las actuales y futuras generaciones, recordemos que “al lado de los macroproyectos son necesarios los microproyectos y, sobre todo, es necesaria la movilización efectiva de todos los sujetos de la sociedad civil, tanto de las personas jurídicas como de las personas físicas”[4].
Contrario a la idea propia del relativismo que busca un mínimo de estado y un máximo de individuo, día a día vemos que el papel de los Estados “parece destinado a crecer, recuperando muchas competencias. Hay naciones donde la construcción o reconstrucción del Estado sigue siendo un elemento clave para su desarrollo”[5]; de la misma forma debemos redimensionar el papel de la ciudadanía para poder consolidar mejores dinámicas de relacionamiento entre nosotros y replantear nuestro impacto con el medio ambiente y nuestros entornos urbanos, creando una inteligencia colectiva que nos permita abordar de la mejor manera los desafíos inherentes a los Doce Escenarios propios de los entornos urbanos, para lo cual es necesario retomar valores, principios y virtudes sociales como la “Amistad, Lealtad Bondad, Camaradería, Cortesía, Dignidad, Fortaleza, Honradez, Justicia, Lealtad, Persuasión, Sinceridad, Solidaridad, Templanza, Veracidad”[6].
Los problemas que hoy nos afectan tienen un anclaje cultural que legitima y fortalece la cultura de la ilegalidad, el individualismo, la violencia etc., no podemos olvidar que “en efecto, mucho depende del sistema moral de referencia”[7], y es precisamente ese sistema el que tenemos que reconstruir empezando por nosotros mismos, actuando con resiliencia, optimismo, disciplina, autocontrol, trabajo y mucha confianza en el valor de nuestras decisiones diarias, ya que estas le dan forma a nuestras costumbres y estas determinan la calidad de nuestras relaciones sociales; en este momento de nuestra historia cobran importancia las palabras de Alexis de Tocqueville, quien en su obra: LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, afirmaba estar “convencido de que la situación más afortunada y las mejores leyes no pueden mantener una constitución a despecho de las costumbres, en tanto que estas sacan aun partido de las posiciones más desfavorables y de las peores leyes. La importancia de las costumbres es una verdad común a la cual el estudio y la experiencia conducen sin cesar”[8].
El crecimiento de la población en los centros urbanos a nivel mundial trae consigo un crecimiento significativo de las necesidades a satisfacer por parte de la población, y aunque en términos generales las ciudades son lugares que ofrecen muchas oportunidades, lamentablemente, la institucionalidad pública y privada no cuenta con la posibilidad de ofrecer respuestas a todos los actores de la sociedad, a lo que se suma que “la rápida urbanización, asociada a la ausencia de adecuados servicios básicos y sociales, infraestructura e institucionalidad, contribuye a las altas tasas de criminalidad”[9].
Diariamente crece el desafío de construir las condiciones adecuadas para que en nuestras ciudades florezca el ser humano y encuentre oportunidades de desarrollo académico, económico, personal, familiar, cultural y social. Debemos hacer un esfuerzo individual y colectivo por desarrollar la habilidad de pensar y sentir por los demás, si logramos desarrollar una cultura de la empatía, podremos construir relaciones de confianza que acaben con el individualismo y el egocentrismo que nos lleva a ignorar el dolor ajeno y a creer que el fracaso de los demás es su problema y no el de toda nuestra sociedad.
Para responder la pregunta: ¿Cómo podemos avanzar en la construcción de una mejor Ciudadanía y una mejor Ciudad haciéndole frente al relativismo?, debemos entender que en este caso al igual que en muchos otros, “no hay recetas universalmente válidas. Mucho depende de la gestión concreta de las intervenciones”[10], y en este caso las intervenciones más efectivas son las que podemos hacer sobre cada uno de nosotros, nuestros seres queridos y entornos inmediatos, para lo cual necesitamos fortalecer nuestra capacidad de elección, privilegiando siempre lo bueno (aunque en ocasiones sea lo más difícil) y dejando de lado lo malo (aunque parezca lo más fácil, eficiente y placentero), entendiendo que nuestras acciones deben estar más orientadas hacia el deber que al placer o a la idea de la felicidad entendida como la necesidad absoluta de bienestar individual, ya que “no todo el que, con sus acciones, busca ser feliz, ha tenido necesariamente que obrar bien desde un punto de vista ético”[11].
[1] Cervantes Saavedra Miguel de, “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, Ediciones Universales, Bogotá, 1994, Pág. 406
[2] Sumo Pontífice Benedicto XVI, “Carta Encíclica Caritas in Veritate”, Capítulo Cuarto Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente, Numeral 43.
[6] Osorio Navarro Jorge Daniel, “VIRTUDES SOCIALES”, 4 de Diciembre de 2012, Disponible en: https://prezi.com/kilsri0xtnpm/virtudes-sociales/
[7] Op.cit. Sumo Pontífice Benedicto XVI, “Carta Encíclica Caritas in Veritate”, Capítulo Cuarto Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente, Numeral 45.
[8] Tocqueville Alexis de, “La Democracia en América”, Fondo de Cultura Económica, México – Buenos Aires, 1963, Pág. 304.
[9] “Documento de marco sectorial de seguridad ciudadana y justicia división de capacidad institucional del estado”, Banco Interamericano de Desarrollo, Julio, 2014, Pág. 23. Disponible en: http://publications.iadb.org/bitstream/handle/11319/6712/Documento%20de%20Marco%20Sectorial%20de%20Seguridad%20Ciudadana%20y%20Justicia.pdf?sequence=1
[10] Op.cit. Sumo Pontífice Benedicto XVI, “Carta Encíclica Caritas in Veritate”, Capítulo Cuarto Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente, Numeral 47.
[11] Tejedor de la Iglesia César, “La teología moral en Kant: sobre virtud y felicidad”, Factótum 11, 2014, Pág. 84, Disponible en: http://www.revistafactotum.com/revista/f_11/articulos/Factotum_11_6_Cesar_Tejedor.pdf
Autor:
Germán Fandiño Sierra.
Politólogo Internacionalista.
Magister en Derechos Humanos y Democratización
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