Homicidios en Colombia: Una pandemia de la que no hemos podido escapar


La tasa de impunidad en los casos de homicidios dolosos ha sido históricamente muy alta. Según la información obtenida por el ACNUDH, oscila entre el 86,58 % y el 94,30 % en los casos conocidos por las autoridades
 (ACNUDH, 2019, pág. 19)

Parece que haber vivido durante más de 50 años un conflicto armado con múltiples manifestaciones de violencia, algunas de las cuales se mantienen en la actualidad, ha logrado que perdamos nuestra sensibilidad,  y capacidad de asombro frente a las múltiples muertes por causa violenta que se presentan diariamente en nuestra sociedad.
La formación en valores, como baluartes indispensables para el desarrollo de las personas, puede contribuir en la prevención del daño, y la violación del derecho a la vida en las dinámicas de convivencia ciudadana e intrafamiliar. No es pertinente asumir las cifras sobre los homicidios, de manera indiferente como el simple resultado de la sumatoria de múltiples casos muy particulares y diferenciados entre sí, o como casos aislados de infracciones al Código Penal. 
El impacto del manejo de las emociones y sus consecuencias es muy importante para evitar situaciones de violencia, al respecto, se ha dicho que “enturbian la armonía de los sentimientos el dolor excesivamente vociferante, la ira que se convierte en violencia y da rienda suelta a la furia (Camps, 2011, pág. 104), no es casualidad que dentro de los presuntos responsables de la violación al derecho a la vida se encuentren frecuentemente, conocidos, familiares y amigos de la víctima (ICMLCF, 2016, pág. 83). Para reducir las cifras de homicidio, puede ser útil el trabajo orientado a la formación de las personas para la protección de los Derechos Humanos mediante un adecuado manejo de las emociones, porque “al ser la espuela que mueve a actuar, tienen consecuencias para el conjunto de la sociedad (Camps, 2011, pág. 273); es necesario desarrollar en la sociedad la capacidad de afrontar la adversidad con resiliencia, para evitar que las personas se hagan daño, o tomen la decisión de hacerle daño a terceros, e incluso a personas con las cuales se sostienen relaciones de familiaridad o de amistad.    
Aunque las cifras oficiales de los homicidios ocurridos durante 2015, 2016, 2017, y 2018, no han logrado conmover tanto como el COVID-19 a la sociedad colombiana, a continuación se presentan varias cifras, con algunos comentarios sobre esta problemática que nos desangra diariamente. 

Para 2015 “las muertes por violencia interpersonal, en especial las riñas y ajuste de cuentas, explican el 46,96% del total de casos con información, en tanto que la violencia sociopolítica cobró el 9,94% del total (ICMLCF, 2016, pág. 75), esto evidencia que la violencia causada por las dinámicas del conflicto armado interno en el marco de la violencia sociopolítica, a pesar de su notoriedad, es considerablemente inferior al número de casos que se presentan en desarrollo de los actos de violencia en los escenarios de convivencia ciudadana, y que además para 2015, “la violencia sociopolítica asociada al conflicto armado afecta casi por igual a hombres y a mujeres (ICMLCF, 2016, pág. 83)

En el informe de 2015 se destaca que “el homicidio es un fenómeno de concentración urbana; en las principales ciudades del país y cabeceras municipales se concentra el 77,23% de los casos; en la zona rural ocurre el 19,35% y en pequeños centros poblados el 3,43% (ICMLCF, 2016, pág. 75), así, el mayor número de homicidios no se presentan en el marco de operaciones armadas por parte de los miembros de la fuerza pública  y los integrantes de los grupos armados al margen de la ley en el contexto del conflicto armado en las áreas rurales de nuestro país.  

Con esto no se pretende minimizar o desconocer  las consecuencias de estas  acciones para la vida de las personas que habitan las áreas rurales que en desarrollo del conflicto se convierten en escenario de las operaciones militares, produciendo hechos victimizantes tan  lamentables como el desplazamiento forzado, ni se busca negar la existencia de actos de violencia en el contexto del conflicto armado que sean perpetrados por parte de las milicias urbanas o demás actores del conflicto armado interno en las ciudades.

La mayoría de los homicidios que se presentaron durante 2015 corresponden a las categorías de violencia interpersonal e intrafamiliar; las principales víctimas de homicidio por violencia interpersonal son los hombres, mientras que en el caso de la violencia intrafamiliar las mujeres son las principales víctimas (Instituto Colombiano de Medicina Legal, 2016, pág. 83).

Para el año 2016 una de las principales circunstancias en que se presentaron los homicidios continúo siendo la violencia interpersonal e intrafamiliar, pero se registra un incremento considerable con relación al año anterior, al pasar de un porcentaje de 49,44 hombres – 24,71 mujeres en casos de violencia interpersonal y un porcentaje de 3.91 hombres – 41.67 mujeres en casos de violencia intrafamiliar durante 2015 (ICMLCF, 2016, pág. 83), a un porcentaje de 67.85 hombres – 40,37 mujeres en casos de violencia interpersonal y un porcentaje de 2.03 hombres – 29,91 mujeres en casos de violencia intrafamiliar durante 2016 (ICMLCF, 2017, pág. 114), lo que muestra una disminución en los casos de homicidio en circunstancias de violencia intrafamiliar, y un aumento considerable en los casos de violencia interpersonal. 

La necesidad de prestar mayor atención a las dinámicas de violencia interpersonal e intrafamiliar en que se producen los homicidios se ve fortalecida, no solo por el incremento estadístico presentado anteriormente, sino también por el considerable descenso del porcentaje de homicidios como consecuencia de la violencia sociopolítica entre 2015 y 2016, al pasar de un porcentaje de 9.99 hombres – 9.48 mujeres en 2015 a 3.65 hombres – 3.66 mujeres en 2016.  

Durante el 2015 se presentaron 1.285 homicidios que tuvieron lugar en desarrollo de actividades relacionadas con la asistencia a eventos culturales, de entretenimiento y/o deportivos, lo que representa el 34.41% de los homicidios según actividad (ICMLCF, 2016, pág. 84); aunque para 2016 esta cifra registra una leve reducción al pasar de 1.285 homicidios a 1.173 (ICMLCF, 2017), esta actividad continúa reportando el mayor número de casos de homicidios, evidenciando que los espacios en que se desarrollan las dinámicas de convivencia ciudadana son el escenario más riesgoso para el derecho a la vida.

Durante 2017 se presentaron 11.373 homicidios en el país (ICMLCF, 2017, pág. 23), lo que representa el 23,07 por 100.000 habitantes, lo que la hace la cifra más baja durante la última década, sin embargo, como bien se señala en el informe, “ello no quiere decir que no tengamos que seguir trabajan do en conocer las causas que generan este tipo de comportamientos” (ICMLCF, 2017, pág. 76), en los cuales los cinco principales factores de vulnerabilidad se dan en: persona adicta a una droga natural o sintética,  campesinos (as) y/o trabajadores (as) del campo,  persona habitante de la calle,  grupos étnicos y persona en condición de desplazamiento (ICMLCF, 2017, pág. 92)

Para 2018 se realizaron “25.807 necropsias por muerte violenta. De éstas el 47,0 % (12.130) correspondió a homicidios(ICMLCF, 2018, pág. 15), lo que representa un incremento de 757 casos en el número de homicidios en relación a 2017.

¿Por qué estas cifras de homicidios no nos paralizan como ocurre con el COVID-19?

¿Nos acostumbramos a que la intolerancia y la delincuencia nos arrebaten la vida?
¿Creemos que eso solo le pasa y le va a seguir pasando a los otros y por eso no hacemos nada?


Autor:

Germán Fandiño Sierra.
Politólogo Internacionalista.
Magister en Derechos Humanos y Democratización
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